Daniel era uno de los estudiantes de aquel internado militar. En invierno, los días se oscurecían temprano y los negros pensamientos de Daniel lo torturaban hasta el alba.
-No lo soporto más.- Susurraba mientras emprendía una noche el camino hacia el colegio. Rencor, rabia, culpa e ira lo acompañaban desde hacía mucho tiempo, como inseparables compañeros de viaje.
-¿Qué te preocupa?- Le preguntó uno de sus profesores que advirtió el estado triste de Daniel.
-Últimamente me siento muy cansado. Pienso mucho, sobre todo en el pasado.
El profesor comprendió al instante lo que le sucedía. Rebuscó en los cajones del escritorio y le extendió una antigua pluma de tintero.
-¿Cuánto crees que pesa esta pluma?- Le preguntó.
Daniel meditó por un momento.
-No sé, dos gramos, me parece.
Entonces el profesor le pidió que extendiera su brazo hacia el frente, y así sostuviera la pluma un rato más, mientras él iba a buscar el libro que indicaba su peso exacto. La condición era que por ningún motivo podía perder esa extensión de su brazo mientras sostenía la pluma. Le explicó que, a su vuelta, podría cambiar la respuesta si lo consideraba necesario. Daniel, aunque no comprendía qué le podría hacer cambiar de idea, no objetó frase alguna, simplemente movió la cabeza afirmativamente.
Después de cinco minutos, con su brazo extendido, sosteniendo aquella ligera pluma, Daniel pensaba que mantendría su respuesta o, bueno, quizá añadiría un gramo más. Pasados veinte minutos, el brazo le dolía considerablemente.
Cuando el profesor volvió después de media hora, Daniel estaba a punto de rendirse. - No puedo más -. Susurraba.
El profesor se sentó frente a él y, tras hacer un gesto para que descansara, le preguntó de nuevo:
- ¿Cuánto crees que pesa esta pluma?
Daniel estaba confundido.
- Al principio, creí que no pesaba nada. Unos dos gramos. Pasado un rato, su peso pareció triplicarse y, antes de que usted llegara, se me antojaba como un trozo de plomo.
- Querido Daniel, las emociones negativas, el rencor, el odio, son como esta pluma: si solo las experimentas y las sueltas, no pesan prácticamente nada. En cambio, si las sostienes durante mucho tiempo, acabas por sentirlas como una losa sobre tu corazón.
Daniel recorrió el camino de regreso a su dormitorio esa noche a paso rápido, ligero como una pluma
O bastante menos.
Las preocupaciones y emociones negativas son perjudiciales para nuestra salud mental y física si permitimos que nos invadan durante demasiado tiempo. No tienes por qué seguir soportándolas. Supera rencores, olvida viejas ofensas.
La mejor forma de lograrlo es venir al Señor con todas tus cargas. Él sembrará en tu corazón una hermosa y poderosa semilla de amor que te ayudará a superarlo.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. Mateo 11:28-30
Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo. Salmos 55:22